Leí el otro día en el diario el Confidencial que a un abogado Barcelonés de 60 años de edad, enfermo de cáncer le denegaron la suspensión del juicio civil, a pesar de haberlo solicitado verbalmente y por escrito, por la persistencia del malestar que sufría a consecuencia de la última sesión de quimioterapia, que le había dejado encamado todo el fin de semana. Se puso en contacto con el juzgado ante la imposibilidad de levantarse y el LAJ (antes llamados secretario) le denegó la suspensión. Afortunadamente y gracias a la intervención de la abogada de la otra parte se pudo suspender el juicio, pero si hubiera sido por el LAJ, el compañero debería haberse levantado de la cama con el gotero de la quimioterapia colgando y celebrar el juicio.
En el mundo jurídico lamentablemente estas situaciones se producen con frecuencia, y debemos soportar día tras día, la soberbia con la que nos tratan algunos funcionarios de Justicia, como en el caso de este LAJ. Demasiados operadores jurídicos actúan con prepotencia y desconsideración hacia nuestro colectivo, y lo que es aún peor a los ciudadanos a los que representamos . Son habituales los retrasos en los juicios por impuntualidades injustificadas y ya no hemos acostumbrado a esperar en los pasillos sin rechistar y aceptar entrar a las vistas una hora más tarde sin que nadie se disculpe. El trato a que nos vemos sometidos es a veces maleducado y prepotente, incluso el lenguaje jurídico es soberbioso porque su Señoría puede declarar la pregunta del letrado “ impertinente” y ni lo justifica ni se inmuta. Es hora de decir basta porque la soberbia no es grandeza sino hinchazón.
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