Un caramelo chupado y mugriento colgaba del perchero. La habitación olía a sudor y a hormonas adolescentes, y la cama estaba repleta de revistas abiertas, un plato con restos de pizza y un montón de envoltorios de caramelos.
María abrió la ventana para que entrara un poco de aire limpio y pisoteó mallas, faldas, pantalones, tres pares de zapatos y calcetines sucios y desparejados. Empezó a ordenar la habitación de su hija, pero al ver el caramelo chupado y mugriento colgado del perchero, cerró de una patada el cajón del escritorio y se dijo que no iba a limpiar otra vez aquella cuadra, que estaba ya cansada del desorden, de la adolescencia y de las visitas al psicólogo para tratar la supuesta hiperactividad de Lucía, cuando tal vez solo era una guarra. A ver qué le contaría el psicólogo esa tarde sobre que Lucía colgara los caramelos chupados en el perchero, seguro que le haría llevar el caramelo para analizarlo, y le preguntaría si había antecedentes familiares relacionados con esa manía de colgar caramelos en los percheros. Pensó en su ex marido y padre de Lucía, pero él no tenía más aficiones que las mujeres y la buena vida. Cerró la habitación de un portazo y pensó que si ese mes su ex no le pagaba la pensión, tendría que pedir ayuda para pagar la ortodoncia y el psicólogo de su hija.
En ese momento, Lucía entró en casa arrastrando su mochila repleta de libros, con los auriculares puestos y chateando por el móvil. Le hizo un gesto desganado como de buenas tardes y se fue al lavabo a reventarse unos cuantos granos.
-¿Qué tal te ha ido el día?
-Normal ¿Qué hay para merendar?
-Hazte un bocadillo y date prisa, que tenemos que ir al psicólogo. Y haz el favor de limpiar tu habitación, que tienes hasta un caramelo chupado colgado en el perchero.
– Eso fue idea del psicólogo, la semana pasada me dijo que colgara un caramelo, para acordarme de los que me daba papá antes de irse a trabajar ¡Siempre acabo cargándomelas yo!
Ya en el coche, camino de la consulta del psicólogo, María dio un volantazo y giró a la izquierda. En lugar de hacer la terapia del caramelo, lo mejor sería ir a ver primero al padre de Lucía. Luego ya iría a ver al psicólogo y le colgaría un caramelo chupado en la puerta de la consulta, para que se acordara de su infancia y de la madre que le trajo al mundo.
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1 comentario en “LA TERAPIA”
Sigue con la historia! Quiero más!!!!😉😁😁